Contar
Cuentos para contar los hay a montones. Mas si se opta por la senda de la tradición oral, encontraremos ejemplos ilustrativos con estructuras y contenidos capaces de dar cumplido deseo a las necesidades de los oyentes como individuos pero también como miembros de una determinada comunidad cultural. Relatos cuyos personajes y aconteceres forman parte del llamado imaginario colectivo, lugar que han conquistado tras siglos de aparecer en las listas de las narraciones más contadas y escuchadas.
Cada comunidad posee una incalculable riqueza formada, entre otras muchas cosas, por los llamados cuentos populares que, al igual que el folklore de donde proceden, muestran su idoneidad para acompañar al individuo des de su nacimiento hasta su muerte. Este patrimonio inmaterial es una especie de constitución aceptada por todos los miembros que lo tienen como un sistema inteligente y estructurado de sistema de vida y pasaje de la infancia a la edad adulta.
Uno de los cuentos procedentes de la narrativa popular preferidos por los pequeños oyentes es el tantas veces contado como pedido y escuchado de los 7 cabritillos y el lobo (cuento tipo n. 123 del catálogo internacional ATU). Cuenta este relato con un lobo hambriento (figura salvaje que recuerda demasiado a Cronos) que usa toda clase de artimañas para zamparse a 7 apetitosas crías confinadas en casa por la ausencia temporal de la madre (todos ellos animales domésticos). Por tres veces intenta el lobo engañar a las incautas criaturas, pero al final lo consigue. Pero el más pequeño – ¿astuto como lo fue Júpiter? – consigue escapar y junto a su madre liberar al resto de los cabritillos. Este relato sucede en dos espacios de alto contenido simbólico: el hogar (lo conocido, la paz el sosiego) y el exterior (lo desconocido, el miedo, la inseguridad) suscita gran interés entre los pequeños oyentes, especialmente todo cuanto sucede a un lado ya al otro de la puerta. Gran simbolismo tienen también el número de veces que tarda el lobo en convencer a sus víctimas (3) y el número de crías a las que persigue (7). El primero es un número cualitativo (a la tercera va la vencida), el segundo es cuantitativo (siete sujetos a un mismo destino). Especial relevancia tiene aquí para el pequeño oyente el ser muchos (7) pues la cantidad hace más llevadero enfrentarse al peligro. El cuento posee, además, todos los elementos necesarios para llegar a los tiernos oídos infantiles con buen ritmo, como son los fragmentos de miedo bien dosificados, y la cancioncita que recita el lobo (en algunas versiones).
Lejos de la necesidad de la protección materna, los oyentes algo mayores se interesan ahora por otros cuentos, tal El lobo y los tres cerditos (cuento tipo n. 124 del catálogo Internacional ATU). Solos ante el peligro, los cerdos se enfrentan a la persecución (¿moubing inmobiliario?) del maldito lobo que intentará comérselos de uno en uno (y según algunas versiones lo consigue) hasta que el tercer animal doméstico se enfrentará a él y lo vencerá. Los escenarios de este cuento son los mismos que en el anterior y parecido su significado: una casa donde guarecerse de la intemperie (espacio interior), el camino como lugar de la inseguridad (exterior), donde pueden aparecer todo tipo de peligros. Aquí, como en el relato anterior, ambos lados de a puerta adquieren especial protagonismo, siendo esta parte de la casa la que recibirá los golpes del lobo feroz y detrás de la cual se protegerá el animal atacado. Tres cerdos, tres casas, tres visitas de lobo sin disfraz, a cara descubierta. Y tres pedos o soplidos contra los que las casas poco sólidas nada podrán hacer, desmoronándose allí mismo. Este cuento simboliza para algunos estudiosos la historia misma de la humanidad, siendo el lobo lo desconocido y cada uno de los cerditos las distintas formas que la humanidad ha usado hasta encontrar la forma de blindarse contra toda invasión extraña. Entendido así el relato, sobra cualquiera de las versiones edulcoradas que existen por doquier en el mercado editorial.
Andando el tiempo, cambian los intereses y los oyentes ya más avezados suelen enfrentarse con gusto a la audición del cuento de El medio pollito (cuento tipo n. 715 del catálogo internacional ATU), cuyo tullido protagonista se ve no sólo denostado por vecions sino que, al emprender su aventura con la moneda de oro encontrada en un barrizal, descubre que el rey al que se fue a buscar para comprarle la hija, se dispone a esquilmarle. Ahora tiene el receptor con qué regalarse los oídos: un único protagonista (y discapacitado) supera – ¡metiéndoselos en el culo! – tres obstáculos, un río, una montaña, una zorra, y desenmascara al propio rey. ¿Quieren más simbolismo que éstos?
Imaginemos ahora el proceso de narración de cualquiera de los cuentos citados, la performance. La persona que cuenta, al tiempo que usa su competencia lingüística para hacerse escuchar, está atenta para recibir y las señales enviadas por su receptor o receptores, y mostrará sus dotes, su arte, improvisando e introduciendo las variaciones textuales que exijan las necesidades comunicativas del momento. De Ia interacción existente entre emisor y receptor nacerá el fin de la historia contada.